Las habilidades que requiere un individuo para desempeñarse laboralmente en un mundo que atraviesa la cuarta revolución industrial y que se caracteriza por un alto grado de incorporación tecnológica y de complejidad, pueden ser divididas en dos tipos: habilidades duras y habilidades blandas.
Las habilidades duras son aquellas asociadas al conocimiento técnico, profesional y a las habilidades asociadas a competencias que han sido adquiridas a través de procesos de aprendizaje en programas educativos o algún tipo de entrenamiento, y que permiten que un individuo sea capaz de llevar a cabo una tarea.
Por esta razón, las habilidades duras pueden ser enseñadas, entrenadas y son de fácil medición por lo que es posible cuantificar su progreso a lo largo del tiempo. Algunos ejemplos de habilidades duras pueden ser el aprendizaje de un idioma, el uso de una herramienta o aprender a programar.
De otra parte, las habilidades blandas son aquellas habilidades, competencias o características de la personalidad, actitud y comportamiento de una persona que no se encuentran asociadas a un conocimiento formal o técnico.
Daniel Goleman, autor del libro “La Inteligencia Emocional”, reconoce estas habilidades como un conjunto de competencias que no sólo contribuyen a la forma en que los individuos se conocen y se manejan a sí mismos, sino que también tienen que ver con la forma en que se relacionan con los demás.
Por esta razón, a diferencia de las habilidades duras, las habilidades blandas son mucho más difíciles de enseñar, de aprender y de medir, ya que no son tan fácilmente cuantificables. Algunos ejemplos de habilidades blandas son la comunicación efectiva, el liderazgo y el pensamiento crítico.
Normalmente a la hora de contratar a una persona para un cargo, las habilidades objeto de atención son las duras, ya que se busca que la persona contratada cuente con la capacidad de cumplir con una serie de tareas específicas que requieren un conocimiento técnico.
Sin embargo, son las habilidades blandas las que proporcionan durabilidad a la carrera laboral de las personas en la medida en que son éstas las que más allá de cumplir con funciones o tareas específicas, le permiten al individuo relacionarse con los demás y desarrollar habilidades de comunicación efectiva, trabajo en equipo, liderazgo, entre otras, que le permiten lograr una mayor productividad y un mejor desempeño.
Es por esto que las habilidades duras y blandas en vez de tener un carácter mutuamente excluyente, deben ser vistas de manera complementaria en la formación integral de un individuo y en su desempeño y desarrollo profesional.
Texto: Diplomado servidor público 4.0 ESAP
Claudia Salas