50 años de labor docente. “Ser maestra: la mejor decisión de mi vida”

Portada_Ruby

Ruby Gutiérrez Victoria es una mujer alta, de tez canela y cabello marrón, de hablar pausado, mayúscula paciencia y palabras prestas para responder con cariño los llamados de sus estudiantes de transición y primero de primaria, grados que orienta en la sede educativa Los Comuneros, en el corregimiento de La Buitrera, en el kilómetro 14 de Altos del Rosario.

El 17 de agosto del presente año, Ruby cumple 50 años de labor docente, es una maestra jardinera oriunda de Armenia, la Ciudad Milagro; es hija única de doña Lucila quien, gracias a sus habilidades en el trazado, corte y confección de prendas logró independencia económica para cuidar y hacerse cargo de su hija, a quien bautizó con el nombre de la piedra rojiza que, junto al zafiro, la esmeralda y el diamante, se consideran gemas preciosas.

“Ser maestra fue la profesión que elegí desde muy pequeña; tanto así que me gradué de noveno con énfasis en secretariado de comercio del Colegio Sor María Juliana, en Cartago; y con la necesidad que uno tenía de un ingreso económico, me hubiera podido quedar ahí y trabajar en algo… pero yo quería ser normalista y por eso fui a buscar normales, de pueblo en pueblo. En Cartago no había cupo, también busqué en Tuluá, luego en Roldanillo y finalmente me aceptaron en Zarzal” recuerda Ruby.

Es así como la futura maestra, como quien tiene desde joven la convicción y la lucidez de saber cuál es el futuro que quiere construir, inició sus estudios en la Escuela Normal Superior Nuestra Señora de las Mercedes; junto a su madre se trasladaron a su nuevo hogar en Zarzal, con el único propósito de hacer realidad ese sueño.

El mismo establecimiento educativo que la formó en sus últimos años, le abrió las puertas para poner en práctica sus conocimientos durante tres años. Así, el 17 de agosto de 1973, en la Escuela Kennedy, Ruby daría su primera clase tras haber culminado sus estudios. “Era como llegar a hacer lo que me gustaba: trabajar con los niños, con mucho susto, llena de retos, con todos los ojos de los padres de familia observándome, pero con la expectativa de salir adelante. Allá recibí mi primer sueldo: ¡mil pesos! Gracias a Dios me fue muy bien” narra con orgullo y humildad.

Posteriormente, el corregimiento de Cumbarco, ubicado en Sevilla, Valle del Cauca, fue el lugar donde Rubielita -apodo cariñoso con el que la llaman algunos compañeros-, recibiría el nombramiento en el sistema educativo oficial. Su experiencia durante cuatro años, en aquellas tierras cafeteras, le permitió aprovechar formaciones en huertas y cunicultura, actividades del sector pecuario vinculadas a la reproducción, cría y el engorde de conejos.

Durante esos años, en los que Ruby orientaba los procesos formativos de cientos de niños campesinos que se ausentaban durante las cosechas para apoyar las tareas de recolección del café, Lucila Victoria, su madre, buscando un mejor futuro se había venido a vivir a Cali cerca de uno de sus hermanos, con la fe de encontrarle un traslado a su hija, que les permitiera reunirse nuevamente y vivir juntas, como siempre, como sus corazones lo reclamaban.

La única lucha que se pierde es la que se abandona” fue la frase batalladora puesta en marcha por doña Lucila quien, diariamente, con terquedad y perseverancia, llegaba a la Gobernación del Valle del Cauca a buscar la posibilidad de un traslado de su hija hacia la Sucursal del Cielo. Años y años de filas y esperas, consultas y esperas, ruegos y esperas, dieron sus frutos. La jubilación de una docente de Cali fue la trompeta que anunció la llegada de Rubicilla, como la llaman con afecto los más allegados.

La Institución Educativa Oficial, IEO, Alfonso López Pumarejo, sede Los Farallones sería su estancia laboral durante sus siguientes 36 años de vida. Una larga trayectoria, un sinnúmero de aprendizajes, miles de niñas y niños pasaron por su salón de clases, experiencia grata que guarda Ruby en su memoria.

Posteriormente, llegó el momento de continuar su camino de maestra en la ruralidad y así llega El Saladito y luego a La Buitrera, los dos corregimientos donde la maestra reconecta con sus primeros pasos pedagógicos en el campo, cerca de la naturaleza, rodeada de los saberes ancestrales y de las dinámicas propias de quienes tienen la fortuna de estar cerca al paraíso.

Hoy, ad portas de cumplir 50 años haciendo lo que más le gusta: poner las primeras piedras en la formación de niñas y niños, “Mi Ruby” como unos pocos la llaman, concluye: “ser maestra es la mejor decisión de mi vida. Si volviera a nacer lo volvería a hacer. Hoy quiero darle gracias a la vida que me dio la oportunidad de ser maestra; gracias por mi trabajo; gracias a mi mamá por luchar por mí para que estudiara porque gracias a mi profesión pude criar a mis tres hijos, brindarles el estudio y que sean las personas que son, que me hacen sentir orgullosa”.

 

N/A
Visitas en esta post

Comparte en tus redes

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Ir al contenido