Hay personas que no solo habitan una ciudad: la respiran. La reconocen en la piel, en la memoria, en la forma en que el corazón se acomoda cuando vuelven. Natalie Díaz es una de esas caleñas que llevan a Cali como quien lleva un amuleto: discreto, profundo, inevitable. A veces la confunden por su acento neutro, pero basta verla hablar de su tierra para detectar el origen: está en la mirada.
Creció siguiendo el ejemplo silencioso de unos padres que nunca pronunciaron la palabra “sacrificio”, pero la convirtieron en rutina. Con ellos aprendió que estudiar, trabajar y persistir también son actos de amor. Por eso, cuando se graduó en Ciencia Política, no celebró solo un logro académico: celebró una puerta abierta para toda su familia. 🤗 La primera profesional de su núcleo. Un símbolo. Una certeza: los límites se pueden mover.
Natalie ama Cali como se ama un hogar complejo y generoso. Le gusta subir en bicicleta hasta donde el cuerpo aguante, bailar salsa sin necesidad de pretextos, madrugar a caminar con sus perros y volver siempre al refugio de la familia. La Navidad, para ella, es un ritual más que una fecha: música, vino, luces, recuerdos… y la sensación de que juntos todo tiene sentido.
El paso por el sector privado le dejó estructura y disciplina, pero fue en lo público donde encontró algo más hondo: el impacto real de trabajar por otros. Hoy, desde la Secretaría de Cultura, acompaña festivales, colectivos y artistas que quieren contar su historia. Y ahí es donde Natalie se siente más viva: en la escucha, en el encuentro, en eso invisible que hace florecer los proyectos.
Su brújula personal es una frase que la sigue desde hace años: “Para uno encontrarse, tiene que buscar en la raíz”. Y Natalie lo hace todos los días. En su familia, en su ciudad, en sus sueños. En aquello que la sostiene y la define.
Por eso, en el CAM, muchos coinciden: pocas personas tan auténticas, sensibles y bacanas como ella. 💛
Subproceso de Comunicación Organizacional
Juan José Barrios