Hablar de Adriana Barona es hablar de una vida que ha sido escuela de coraje, resiliencia y propósito. Desde pequeña, la adversidad la acompañó como una sombra constante, obligándola a madurar antes de tiempo y a construir, a fuerza de tropiezos, una personalidad de acero. Hoy, se describe con firmeza: empoderada, guerrera, cuidadora, libre y soñadora. Y no lo dice por decir. Son palabras que resumen décadas de lucha contra el viento, la marea… y la indiferencia.
Adriana nació en un entorno difícil, donde la vida no daba tregua y el futuro parecía siempre cuesta arriba. Aprendió a levantarse sin que nadie la ayudara, a mirar de frente la crítica destructiva y a escuchar, por encima de todo, la voz de su convicción. “La vida me enseñó a no dejarme doblegar”, dice con una serenidad que solo tienen quienes han resistido tormentas.
Con los años, esa fuerza interior se convirtió en liderazgo. Adriana se hizo activista, defensora de causas sociales, voz de quienes no la tienen. Cuidadores, personas con discapacidad, adultos mayores, niños desprotegidos… Todos han encontrado en ella una mano tendida, una mujer que lucha con y por ellos. “Servir es lo que me mueve”, repite con la convicción de quien ha hecho del servicio su destino.
Pero su historia también tiene un capítulo que duele. Hace poco más de un año, perdió a su hijo Andrés, a quien llama con ternura “mi ángel”. 👼 Durante seis años lo cuidó con devoción, como madre, enfermera y guardiana. Su partida la quebró… pero no la detuvo. Al contrario: le dio un nuevo norte. De ese amor y ese duelo nació una promesa, un sueño que hoy se abre camino: la creación de una fundación que llevará su nombre, El Gran Jefe Andryu. Será, dice Adriana, una casa para bebés, adultos mayores y personas desprotegidas. Un lugar para honrar la vida, incluso después de la muerte.
“El dolor no me paralizó. Me transformó”, afirma. Y no exagera. En su voz no hay amargura, sino una energía que moviliza. Lo que para otros sería el fin, para ella fue un renacer.
Pero su historia no se limita al activismo o a la pérdida. También hay en ella una pasión por el deporte: desde los 10 años jugó baloncesto en la Liga del Valle, donde fue campeona. Esa disciplina, dice, se le metió en la piel y hoy le da estructura a su vida. En lo académico, se formó como auxiliar de enfermería, aunque su mayor anhelo sigue pendiente: estudiar bienestar social para ampliar su impacto en las comunidades que tanto ama.
Su llegada a la Alcaldía de Cali tampoco fue casual. Fue fruto del trabajo colectivo impulsado desde la asociación de discapacidad ACOME, bajo el liderazgo de Joan Félix Herrera. Allí encontró una plataforma para luchar desde adentro por la inclusión laboral de personas cuidadoras y con discapacidad. 👭 “Ha sido uno de mis logros más importantes”, asegura.
Adriana no camina sola. Su familia, especialmente sus hijos, es su motor diario. Aunque reconoce que no todos sus hermanos estuvieron a su lado en los momentos más duros, su madre fue un bastión de apoyo hasta el último día de su vida. Hoy, cada paso que da lo hace por ellos… y por él, su hijo Andrés.
Con El Gran Jefe Andryu, Adriana no solo quiere cumplir un sueño. Quiere dar un mensaje: que del dolor también nace la esperanza. Que los que se van no desaparecen, si transformamos su memoria en acción. Hoy, busca apoyo para hacer realidad esa fundación. No para ella, sino para tantos otros que necesitan un refugio, una oportunidad, un gesto de amor. Porque si algo ha aprendido Adriana Barona en su historia, es que servir no es un acto… es una forma de vivir.
Subproceso de Comunicación organizacional
Juan José Barrios Joly